lunes, 22 de junio de 2015

La autoridad de la bata blanca.


Desde hace un tiempo, vengo notando que a veces cuando acudimos al médico (dígase pediatra, enfermer@ de pediatría, etc…) hay una característica común en algún@s de ell@s. La verdad es que, en general, tenemos suerte pero, a veces como en todos los ámbitos de esta vida, podemos encontrar profesionales buenos y otros no tan buenos.

No hago este post con intención de meterme con ningún colectivo ni criticar a nadie, pero necesito expresar esto porque me preocupa, no por mí, que ya tengo yo manejo en el tema, sino por otras mamás o papás que pueden estar sufriéndolo y no creen que puedan hacer nada.  

Como os decía, a veces que nos ha tocado acudir al/la pediatra de urgencias porque no hay cita con la pediatra que tenemos asignada (que por suerte, es una pediatra maja, joven y abierta a dialogar siempre contigo y a escucharte) o tenemos revisión en enfermería con Garbancita, he notado que, cuando explico lo que le pasa, o lo que me preocupa, o comento como es su ritmo natural de desarrollo, o expreso como creo que ella se siente y lo que yo percibo que le ocurre…, cuando yo, como mamá expreso todo esto, desde la otra parte en cierto sentido, se me niega.

Un ejemplo claro que nos supuso poner una reclamación a la pediatra que nos atendió en una ocasión que fuimos de urgencias. Garbancita apenas tenía 1 año y tenía fiebre bastante alta (39.5), ya en la sala de espera veíamos salir a los papás de otr@s niñ@s realizando comentarios un poco extraños, “pero de donde han sacado a esta tía…” “esta no tiene ni idea…”, cuando nos toco pasar a nosotros lo entendimos.

Era una señora mayor que se expresaba de forma brusca y poco amable, yo no espero que conmigo sean excesivamente agradables, pero cuando se trata de atender a niñ@s con algún tipo de dolencia o enfermedad, sí creo que es imprescindible que el profesional muestre un poco de sensibilidad. Ya desde el principio empezó a hacer comentarios sin mucho sentido, que si hay que dar más cariño a los niños, que si es que como están los niños de hoy… Papá de Garbancita y yo, nos mirábamos sin entender muy bien lo que decía…

Garbancita lloraba a todo llorar, se encontraba muy mal, tenía fiebre que no bajaba con nada y yo la verdad, estaba un poco angustiada y esperaba un poco de aliento, alguien que me diera tranquilidad, pero no, lo que encontré fue todo lo contrario.

…”de repente, sin venir a cuento, esta señora mientras trataba de auscultarla por la espalda, la pegó un chillido diciéndola “pero cállate ya, que no oigo…¡¡¡¡”


Cuando la pediatra fue a auscultarla, Garbancita seguía llorando, yo trataba de calmarla, abrazándola, colocándomela al pecho, susurrándole palabras de tranquilidad, pero a la pobrecilla nada le servía, pasó un rato y poco a poco iba tranquilizándose pero le costaba, de repente, sin venir a cuento, esta señora mientras trataba de auscultarla por la espalda, la pegó un chillido diciéndola “pero cállate ya, que no oigo…¡¡¡¡”, Garbancita se asustó tanto por ese grito que lloró aún más y vomitó sobre mi hombro. Podéis imaginar mi sentimiento, de rabia, angustia, cabreo, frustración…



Aparté a la niña de esa pediatra, y le pedí a Papá de Garbancita que saliera de la consulta y tratara de tranquilizarla, pues yo iba a hablar seriamente con aquella pediatra que no sabía tratar niñ@s. 

Le dije con toda la calma que conseguí tener, que no creía que fueran maneras de tratar a un bebé y ella contestó “es que los padres tienen que ponerles normas…” "yo soy médico y hago lo que tengo que hacer..." Imaginaos mi cara y lo que se me removió por dentro… con toda la tranquilidad que pude, le expliqué que a l@s niñ@s no es necesario gritarles, que necesitan respeto como cualquiera de nosotr@s y que si queremos conseguir algo de ell@s es mucho más fácil si se les trata con cariño.

“¿Y tú que sabes de cómo hay que tratar a l@s niñ@s…?”


Mientras yo le hablaba de esto ella, escribía en el ordenador mirando la pantalla y sin mirarme a mi me dijo, pero... “¿Y tú que sabes de cómo hay que tratar a l@s niñ@s…?”

Entonces, muy a mi pesar, porque os prometo que jamás había utilizado mi titulación para alardear ni presumir de nada, me parece que es igual de digna que la de barrender@ o abogad@…, pero es que como esto de la educación y la infancia es tan vocacional, me salió desde muy dentro y le dije “pues porque soy madre pero también pedagoga especializada en atención temprana…” la señora paró de escribir, levantó la cabeza de la pantalla y empezó a justificarse con términos médicos y personales que no tenían sentido.

Que si tenía que escuchar el “roncus”  para descartar no se qué… que si es que trataba a niños de 8 años que se portaban fatal, que si en la carrera no les daban formación para tratar a los niños…

En resumen, creo que para esta señora no valía con que yo fuera madre, ella creía que era mejor que yo por su condición de médico, solo cuando le dije a lo que me dedicaba creyó que yo estaba a su altura. Increíble, ¿verdad?

Le expliqué que todo eso eran excusas y que me parecía muy mal que solamente cuando yo le había dicho que era pedagoga había reaccionado, que la opinión de cualquier madre (o padre) sobre como tratar a l@s niñ@s, o en concreto a su hij@, es tan válida que la mía, tenga los estudios que tenga y se dedique a lo que se dedique, porque ser madre es un plus, de forma instintiva sabes lo que le pasa a tu niñ@, lo que le gusta y lo que no… y que el respeto es imprescindible para tod@s.

“¿Cree usted que es más que l@s demás y que puede tratarl@s mal por llevar bata blanca…?”


Finalicé mi conversación ofreciéndole una reflexión ¿cree usted que es más que l@s demás y que puede tratarl@s mal por llevar bata blanca…? 

Acto seguido le comuniqué que iba a recibir una reclamación.

Ya digo que esto fue un hecho puntual, que en general cuando acudimos a nuestra pediatra o nos atiende cualquier otro no solemos tener queja, al contrario es una maravilla saber que tenemos tan buenos profesionales en la sanidad pública.



 Pero me parece tan importante haceros llegar esta información… 

NUNCA dejéis que traten mal a vuestr@s hij@s, aunque no seáis profesionales de la educación, sois madres y padres, los que mejor conocen a su peque y deben protegerle, y nadie puede abusar de su puesto y aprovecharse de su posición. Si sufrís alguna situación como esta, desde el respeto y la educación hacerle saber a esa persona que l@s niñ@s necesitan respeto, paciencia y amor, y usar el sistema de reclamaciones y atención al paciente si lo consideráis necesario.

Después de unas semanas de este episodio, recibí una carta de la directora del centro de salud, pidiéndome disculpas. 

Otro día os cuento algo menos “heavy” pero curioso, como pediatras y enfermeras de pediatría creen que l@s niñ@s a veces mienten cuando dicen que les duele algo... fue un comentario que que me llevó a pensar en: ¿cómo conciben la infancia los profesionales que trabajan con ella?... 

Un abrazo. Ana.





miércoles, 3 de junio de 2015

“Mamá siento mariposas en el estómago…” 
La importancia de la educación emocional en el desarrollo infantil.


Hola¡ Vuelvo para hablaros de un interesante tema sobre el que cada vez mas familias me preguntan y sobre el que yo trabajo cada vez más, la importancia de la educación emocional en el desarrollo infantil, pero también en el desarrollo global de la persona. 

Atender a nuestras emociones es algo que, poco a poco y con cada vez menos reticencias, algunos adultos vamos asumiendo como un elemento fundamental para nuestro bienestar físico y psicosocial. Reconocer nuestras emociones, gestionarlas y ofrecer una respuesta emocional adecuada a cada situación, es un reto importante que los adultos nos podemos proponer como meta personal.

A diario sentimos una infinidad de emociones que se plasman en sentimientos, conductas, pensamientos… que nos ofrecen gran cantidad de experiencias y vivencias, que nos permiten conocernos mejor y aprender de cada situación, o por el contrario, nos hacen sentir desbardados y abrumados por no poder gestionar todo eso de forma positiva.

Cuando hablamos de sentir, entender, controlar y modificar nuestros propios sentimientos y los de los demás, hablamos de Inteligencia Emocional. Un concepto que desde hace un tiempo tiene auge, gracias al psicólogo y periodista Daniel Goleman, pero sobre el que hay que profundizar para que no se quede en un mero término o una simple moda.


Dentro de este término que es la Inteligencia Emocional hay 5 habilidades prácticas a desarrollar, que se dividen en dos áreas, el área Intrapersonal (lo que corresponde a lo interno de la persona) y el área Interpersonal (lo que tiene que ver con las relaciones sociales)

En el área Intrapersonal se encuentran las habilidad de autoconciencia de nuestras emociones, el control emocional y la capacidad de motivarse y motivar a los demás.

En el área Interpersonal tenemos la empatía (o capacidad de ponerse en el lugar del otro, entendiendo la situación desde su perspectiva) y las habilidades sociales (una habilidad básica para el desarrollo de relaciones interpersonales positivas) Desarrollar estas cinco habilidades requiere de trabajo personal y esfuerzo, y como vemos, son habilidades básicas y fundamentales para nuestra vida.

Por tanto si hasta ahora no te habías planteado la importancia de estos aspectos y ahora además, eres madre o padre, puede que sea el momento de comenzar a pensar sobre ello y sobretodo, de empezar a tomar conciencia de la importancia de ayudar a tu peque a reconocer y gestionar emociones, pues solo de esa manera, su desarrollo alcanzará un nivel óptimo.

“A un niño pequeño podemos, y debemos, enseñarle a reconocer sus emociones. Cuando está enfadado le explicamos que está enfadado, por qué lo está y qué puede hacer para volverse a sentir bien. Lo mismo cuando está nervioso, estresado, triste, etc. Parte de la inteligencia emocional es reconocer las propias emociones, y en eso los padres pueden hacer mucho trabajo.” Rosa Jové. Ni Rabietas ni Conflictos.

 Entre los 0 a 6 años es cuando l@s niñ@s desarrollan sus habilidades sociales y su autoestima, desarrollando así las dos áreas fundamentales de la Inteligencia Emocional de las que ya hemos hablado, la Inteligencia Interpersonal e Intrapersonal.

En este periodo l@s niñ@s aprenden a través de la información que recogen a nivel sensorial, es decir, por sus órganos sensoriales (vista, oído, tacto…) Por tanto, un niño querido, acariciado, abrazado… será un niño consciente de sus emociones, que sentirá seguridad de su entorno y tendrá confianza en sí mismo.



Entre los 0 y los 2 años es cuando mayor plasticidad cerebral hay, es decir, cuando mayor posibilidad de desarrollar redes neuronales existe. Si logramos ofrecer al niñ@ un entorno lleno de estímulos concretos que le lleven a experimentar emociones positivas, donde tenga libertad para explorar, experimentar y expresarse…, donde el adulto sea un acompañante que respete el ritmo individual del niñ@…, y que ofrezca la posibilidad de reconocer y dar valor a cada emoción que siente, sin coartar sin limitar ninguna, cuidando el vocabulario…, eliminando de nuestras expresiones como  “no llores…” “no te enfades…”, algo que los adultos solemos hacer a menudo y que, sin embargo, son expresiones emocionalmente sanas y, por ello es necesario aprender a vivirlas y gestionarlas.

“Mamá, siento mariposas en el estómago cuando tengo que hablar en clase…” “Papá, siento mucho calor en las orejas cuando mi hermano me pega y tengo muchas ganas de golpearle yo…”, que l@s niñ@s sean capaz de expresar sus sentimientos y sensaciones, así como que logren controlar y gestionar sus conductas al respecto, les ayudará a tener un desarrollo óptimo, a aprender a relacionarse de forma positiva con los demás, además de favorecer las relaciones familiares.

Por tanto, el periodo de educación infantil es el más idóneo para educar en emociones, aunque también a partir de los siete años es un buen momento, pues los niños suelen haber superado sus momentos más críticos (rabietas, dificultad con el lenguaje para expresarse, ansiedad por la separación, bipedestación…) a partir  de esta edad l@s niñ@s tienen un mayor nivel lingüístico, tanto a nivel de expresión como de comprensión, una gran capacidad de creatividad y de imaginación y por tanto, mayor posibilidad de explorar las emociones y de integrarlas en su registro psicoemocional.
Un niño consciente de sus emociones será un adulto emocionalmente sano, y así lo explica Rosa Jové en su libro “Ni Rabietas ni Conflictos”:

Es por eso que un bebé que recibe amor tiene más probabilidades de ser feliz en su etapa adulta. Antes de los 2-3 años deberíamos propiciar que las emociones que se graban en los cerebros de nuestros bebés sean las de seguridad, autoestima y amor.”

Existen muchos recursos para poder educarnos y educar en emociones a los más pequeños, libros y cuentos que ayudan a reconocer las emociones, juegos que nos permiten identificar la emoción que siento en este momento o lo que puede estar sintiendo otra persona en una circunstancia determinada…, y profesionales como yo, que dentro de mis servicios  está la orientación, acompañamiento y tratamiento psicopedagógico a nivel emocional para las familias, donde trabajamos para que la dinámica familiar sea más positiva y cada miembro logre desarrollar esas habilidades emocionales.

¿ Y tú, qué haces para educarte y educar en emociones a tu(s) peque(s)? cuéntame…

Ya sabes que aquí  estoy para lo que necesites¡

¡¡¡Además te voy a contar una novedad!!! 

Próximamente voy a hablar sobre La Importancia de la Educación Emocional en el Desarrollo Infantil  en un gran evento que se va a celebrar en Madrid...

FESTIVAL AMORDISCOS

Aquí te dejo la info para que no te lo pierdas¡



Un abrazo. Ana.