Diario de Garbancita

Garbancita es una niña especial, maravillosa, como cada niño para sus padres... Pero ella además tiene un don, hacer que cada cosa del día a día sea una aventura, una fiesta, un circo o un carnaval...

Aquí conocerás como son las peripecias de esta pequeña Garbancita que un día se metió  "en la barriga del buey donde no llueve ni nieva..."



Garbancito, un diminuto niñito

Había una vez un niño tan pequeño que cabía en la palma de la mano.
Por ese motivo todos le llamaban Garbancito.
Era tan pequeño, que cuando salía a la calle le gustaba cantar:
– ¡Pachín, pachín, pachín!
¡Mucho cuidado con lo que hacéis!
¡ Pachín , pachín, pachín!
¡A Garbancito no piséis!
Sus padres lo querían mucho, porque sabían que poco importa el tamaño cuando uno es muy listo.
Cierto día en que su padre iba al campo, Garbancito le pidió que lo dejara acompañarlo.
Caminando, caminando, llegaron al prado de hortalizas y Garbancito se sentó en el suelo para estirar las piernas.
Mientras su padre recogía las verduras para luego venderlas en el mercado, el diminuto muchachito jugaba entre las hileras de plantas. Jugando y saltando, Garbancito no cayó en la cuenta de que se estaba alejando cada vez más de su padre.

Tras uno de sus saltos, Garbancito fue a caer dentro de una col.
El movimiento de Garbancito captó la atención de un enorme buey que pastaba a pocos pasos de allí.
El gran animal de color pardo se dio la vuelta, se encaminó hacia donde estaba el minúsculo muchachito y se comió la col de un bocado con el niño dentro.
Cuando llegó la hora de volver a casa el padre buscó a Garbancito por todas partes, pero fue incapaz de encontrarlo.
Finalmente, desesperado, avisó a su mujer y juntos recorrieron caminos y campos buscando a su hijo:
– ¡Garbancito! ¿Dónde estás? – Gritaban al unísono.

Pero cayó la noche, luego vino el día y Garbancito no aparecía. Los padres apenas durmieron y después del desayuno siguieron buscando.
Cayó la lluvia y después nevó, y los padres seguían buscando:
– ¡Garbancito! ¿Dónde estás?, llamaban a los gritos.
– ¡Aquí estoy! ¡En la panza del buey, donde ni nieva ni llueve! – Escucharon a lo lejos.
Contentos por haberlo encontrado, los padres le hicieron cosquillas en la nariz al enorme buey pardo.
Y con un gran estornudo del animal, Garbancito salió de la panza y abrazó a sus padres con alegría.
Mientras volvían a casa para celebrarlo, los tres cantaban alegres:

 ¡Pachín, pachín, pachín! ¡Mucho cuidado con lo que hacéis!
¡Pachín, pachín, pachín!
¡A Garbancito no piséis!

Cuento popular que mis abuelos me contaban y me cantaban cuando era niña.

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